Apolonio: Entonces supongo que me dejarás por ese imbécil, ¿no? El amor de tu vida, le llamas...
Victoria: No veo porqué no, de cualquier forma tu y yo tenemos meses enteros sin estar juntos. Vienes y me visitas cada que te sientes triste, supuestamente. ¿O acaso lo niegas?
Apolonio (Arrojando la copa al suelo con fuerza, espantando a Victoria): ¡No, no puedo negarlo! Por eso me molesto, carajo. Tengo tanto tiempo sin tocarte como quisiera, aunque sólo hayan pasado unas horas...
Victoria (Haciendo a un lado los trozos de vidrio que quedaron regados): ¿Unas horas? No me digas que consideras aquel besito de bienvenida como un contacto físico. ¿Tan poco hombre eres? Cálmate, que así nunca resolveremos nada. Y es que debí suponerlo, tu nunca has sido más que un pobre bipolar estereotipado.
(Llega Juan, el amigo de ambos, vestido con una bata de seda, y trata de calmar los ánimos)
Juan: ¿Qué les pasa, amigos?
(Apolonio arremete contra Juan, lo tumba y empieza a golpearlo en el suelo. Victoria se lleva una mano a la frente, sin hacer nada para detener la golpiza. Se acerca a la mesita, toma la copa vacía y la llena de vino. Se escuchan los gritos de dolor de Juan. Apolonio se detiene, Juan se retuerce en el suelo y solloza)
Apolonio: Así, así es como deberían pagar todos. Así es como quisiera dejarte, Victoria. El problema es que te sigo queriendo, con todo y tu piel que nunca se calienta.
Victoria: ¿Mi piel nunca se calienta?
Apolonio: Al menos yo nunca la he sentido así.
Victoria (sonriendo): Entonces no haces bien tu trabajo, querido.
(Se escucha un reloj de fondo y estridentes campanadas. Victoria y Apolonio ponen cara de sorpresa. Juan se retuerce)
Victoria: ¿Ya es medianoche?
Apolonio (poniendo un gesto frío, fijando la mirada en el suelo): Si...
Victoria: Entonces, ha llegado el momento.
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