viernes, 25 de marzo de 2011

Hi, David!




Nunca esperé que se fijara en mi mensaje. Lo escribí y lo envié, motivado por el morbo o por la emoción. Entonces escuché su voz. “Vaya”, pensé, “mi nombre falso se escucha hermoso saliendo de su boca”. Su acento estadounidense tan refinado. Vaya, de verdad, tan refinado.
Un rato después, ya no me fue posible escribirle nada. No tenía dinero. Me resigné a observarla solamente. Su mirada iba de un lado al otro. Y yo miraba su mirada. Pero ella no miraba mi mirada.
Más tarde se consumó el acto (habíamos estado esperándolo durante horas, que en realidad no se sintieron tanto como horas, sino como una secuencia de imágenes aisladas: ella sonriendo, ella moviéndose, ella ahuyentando a su perro, su perro intransigente). Para entonces yo ya no tenía más ganas de verla. Cerré la sesión y me puse a caminar por la cocina, hablando solo. Eran las tres de la mañana.

Salimos de la sala de juntas. Yo no dije una sola palabra. Cada quien se fue por su lado. Cada uno de nosotros se fue por su cuenta. Solos. Algunos allá, a los salones, a la biblioteca, a los sanitarios. Otros a la calle. Y después de la calle, la casa.
Una señora, dirigiéndose a su amiga, aunque mirándome a mí, dijo:
—Ay, qué calorón.
Estuve un rato sentado en el ciber café. Hasta pude atender a unos clientes que llegaron a imprimir unas hojas. Llevaban prisa y la computadora se tardaba en leer la memoria USB. Presión, angustia. Pero a final de cuentas pude lograrlo. Nati se sintió orgullosa de mí. Me preguntó varias veces cómo me sentía. No titubeé: mi vida ha cambiado drásticamente. La verdad no recuerdo si le dije eso o si le dije otra cosa. Seguramente ella lo recuerda y hará la corrección mientras lee esto.

Eran las tres de la mañana. No tenía sueño. Mi país había celebrado un aniversario más del natalicio del hombre que sale en los billetes de veinte pesos. Hizo cosas increíbles mientras vivió. Pero no puedo recordarlas ahora. No puedo.
Prendí la televisión. Me encontré con un programa que se trataba de una pareja gay que había adoptado cuatro hijos. Una mujer muy conservadora viviría con ellos durante un mes, con el objetivo de cambiar su forma de pensar sobre las parejas gay que adoptan. En Mariavisión estaban transmitiendo el rosario, o algo así. Estaban pasando también, en otro canal, el partido de Jaguares de Chiapas jugando contra un equipo de Ecuador. Creo que era Emelec. Yo seguía hablando solo. Apagué el televisor. Me lavé los dientes sin pasta dental.

Hubo un tramo interesante en el camino de regreso a casa. Me encontré a una chica parada en una esquina. Miraba hacia el final de la calle con ojos de calma. Volteó a verme. Di la vuelta y caminé hacia la derecha. Ella me siguió con la vista. En cierto momento me dí cuenta de que sonreía.
¡Sorpresa! De pronto los dos sonreíamos.

No dejé de hablar solo en toda la noche: Pero qué me va a pasar si un día la encuentro, no voy a poder encontrarla, ¡como si eso se pudiera en una sola noche! Ya no hay hielo. Si tan sólo existiera, y existe pero está lejos, y lejos está en otra parte. Mira que Canica juega hasta de noche, si yo estoy despierto ella también. Que ya no hay hielo. A las mujeres no les gustan los hombres sin hielo. ¿No tienes hielo? ¡Entonces no vales nada! Quiero una servilleta. La quiero porque no sé si ella esté viviendo ahora lejos de mí, o quizás cerca y no he espiado lo suficiente a la gente que me espía. No la he visto por la calle nunca. Nunca la he visto cuando se asoma por la ventana. Nunca la he visto esperar en el marco de la puerta de entrada de su casa de su casa de la casa de sus padres. Tantas veces he ido ahí. Pero ya no la conozco. La he olvidado. La vi en otra vida. En otra vida conquistamos el mundo. Ahora no es posible. El hielo se ha derretido. Debería dormir ya. Ya.

—Me has pagado, ¿por qué? —me preguntó, sonriente.
Le expliqué mis intenciones. Lo que yo quería era charlar. Se cubrió las piernas con los brazos. El pudor. Sudaba. Había polvo en sus piernas, apenas una delicada capa. Yo miraba todo esto con disimulo, pero a ella no parecía importarle para nada.
—Charlemos —le dije, así sin más.
Ella se rió y me dijo que le gustaba esa palabra. Charlemos. Ya estábamos haciéndolo. Pasaban muchos automóviles a nuestro lado derecho. Unos iban hacia la colonia. Los otros se dirigían, quizás, al centro. Quién sabe. Nosotros ya charlábamos.

La mañana siguiente me levanté sin un humor específico. Todo brillaba más de lo habitual. Un viejo estaba sentado en la esquina que está frente a mi casa. Me dijo que era un anciano como cualquier otro. Sin embargo, no pude creerle. Habría sido un delito creerle. Pude reconocer al viejo Superman.
—Entonces no has muerto… —dije, y desapareció en un parpadeo.

Ya no charlábamos: estábamos gritando. Todo había sido muy divertido. Unos seminaristas subieron al techo de su enorme edificio anaranjado y nos arrojaron cubetazos de agua fría, como si fuéramos dos perros apareándose. Pero ella sonreía como una loca. “Soy tu loca”, alcanzó a decirme antes de irse corriendo.

Desayuné galletas de nuez. Esa fue una brillante idea.

“¿Existes?”, le grité mientras desaparecía. Ella ya no me contestó nada. Llegué a la casa y me tiré en el sofá. Mi mamá descansaba. Había tenido un día complicado.

Una muy brillante, pero muy brillante idea.

Ahora estoy pensando en ver de nuevo a la mujer que pronunció mi nombre falso con acento fino. Estoy pensándolo seriamente. Unirme a su séquito de corazones solitarios. Si tan sólo tuviera una moneda.

domingo, 20 de marzo de 2011

Ensayo no. 922

Sé lo que muchos están pensando: ay, el mundo está nadando en un cálido y suave mar de excremento. Sí, en efecto, basta con prender la televisión y sintonizar un "noticiero" para llegar a esa conclusión. Yo les digo: el mundo está nadando en un cálido y suave mar de excremento. Pero me pregunta alguien: ¿es excremento humano o es excremento de perro? Y entonces entré en una crisis por no saber cómo responder esa pregunta.
Angustiado, acudí a la sabiduría de Franz Kafka. Cito: "sin una razón concreta, sólo para no verse obligado a volver aún al escritorio, tuvo que tirar con ambas manos." De esta manera, y con todo y que nuestro arraigado antropocentrismo puede hacernos pensar durante toda la vida que nuestro excremento es fundamental para nuestros procesos de creación de imágenes mentales, la erudición kafkiana nos demuestra que no es así, nos expone claramente su idea de en qué clase de mierda estamos moviéndonos y por qué.
Sin embargo, no terminamos de comprender la respuesta a una pregunta cuando ya otra nos somete con su dificultad: si el mundo está deshaciéndose a una velocidad de mil desgracias por segundo, ¿en qué se basan algunas personas para afirmar que es mejor el atún en agua que el atún en aceite? ¿Realmente hay un marco teórico fuerte detrás de esta idea, o se trata sencillamente de una banalidad más de las millones que circulan hoy en día por nuestros hermosos medios de comunicación? Al respecto, Ermilo Abreu Gómez, autor de "Canek", nos dice en la citada obra: "La tía Charo se puso mala. El médico aconsejó reposo; y Guy, solícito, puso una manta oscura en los postigos de la ventana." Aunque en un principio la tesis de Abreu se base en un rígido ataque a las deficiencias de la escuela mayéutica finlandesa, sus ideas sirvieron para darle forma a todo un proceso epistémico que aún hoy nos persigue. Esto no podremos plasmarlo en un examen porque la mayéutica finlandesa no es algo que se pregunte en una prueba.
El proceso de descomposición social en el que estamos inmersos, tanto como víctimas como victimarios, exige de nuestra parte un criterio amplio y bien documentado, a fin de que podamos deshacernos rápidamente de lo que no sirva para mejorar las condiciones de vida de nosotros mismos y de quienes nos rodean. Como alguna vez expuso Camilo José Cela: "Doña Ramona Bragado, cuando doña Matilde y doña Asunción se marcharon de la lechería, se puso el abrigo y se fue a la calle de la Madera, donde trataba de catequizar a una chica que estaba empleada de empaquetadora en una imprenta." Complicado es, sin duda, el panorama, mas no es permanente ni inamovible. Día a día, noche tras noche, media tarde tras media tarde, podremos colaborar ya sea al adecuamiento de nuestros espacios públicos como a la pulcritud de las situaciones que vamos creando por cuenta propia y como parte de una colectividad.
Pero entonces, ¿qué hacer ahora? Si la desesperanza crece a pasos agigantados, debemos amarrarnos con fuerza los cinturones y tomar energías de las barras integrales o de un plátano o cualesquiera otros alimentos que tengamos a la mano (sobre todo cosas grasosas, no hagamos a un lado la grasa, por Santo Cristo), pues quién sabe qué misterios esté aguardando para nosotros esta maraña informe que llamamos "futuro" y que no es más que la unión y desunión constante de nuestras decisiones. Citando a Agatha Christie: "Story's quite true! I left 'em! Matter of self-preservation. We were lost in the bush."
Perdidos en los arbustos, mi querida Agatha. Perdidísimos en los arbustos. Qué desesperanza, oh no.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Separándote

Serbia

En el sueño de anoche
compraba una casa frente
a un parque, un sitio muy
grande donde a veces te
invito a caminar cuando no
estás presente. La casa era
en verdad pequeña, estaba
en el tercer piso, y los
pasillos interiores no tenían
luz. En los cuartos no había
nada, y yo anduve por
ahí hasta que salí y busqué
una librería. Caminando a
la librería pensé que la casa
podría gustarte, pensé
que había tomado la casa
correcta. Pero no iba a
poder mostrártela porque
esto de soñar las cosas
perfectas no me sirve para
nada una vez que abro los
ojos. Porque una vez que
abro los ojos dejo de pensar
en ti como algo alcanzable,
y empiezo a imaginarte como
se imagina el infinito o el
microuniverso: algo lejano
y distante, algo intocable.

Por más que yo quiera,
que sueñe o que busque
en los papeles de siempre
una especie de pista o de
señal tuya, nunca habré
de encontrar nada concreto
porque ni tú sabes bien
si esto es algo tuyo o es
algo de alguien más.
Hasta que no logre hacer
que aceptes esto como
un regalo de mi parte
(sé que existen regalos
mejores pero fingir que
no nos ayudaría mucho)
entonces voy a pasar
el resto de las tardes de
este año en un aula, en
un baño o sosteniendo
un cepillo lleno de pelos
rojizos, o un plato de
plástico de esos que son
mortales si los metes al
microondas y los pones
a dar vueltas un minuto
más o menos. Sí.


Búlgara
Cuando veas que estoy
temblando, sal corriendo
porque estallaré. No es
raro que esa clase de
cosas sucedan. A veces
tiemblo cuando estamos
cerca de un momento
incómodo. ¿Te has
dado cuenta? A veces
tiemblo cuando estamos
cerca. A veces tiemblo.

Me gustará encerrarme
junto a ti. Sé que me
va a encantar. Sé que
lloraremos juntos cuando
no haya luz adentro del
ropero. Sé que me va
a gustar tocar tu cara
para ver si sigue siendo
igual, la misma cara en
el mismo lugar, el mismo
rostro que sueña y que
no puedo recordar. Yo
sé que me gustará. Sé
que no saldremos en
años si tú así lo quieres.
Te haré caso siempre.
Eso ya no me lo cree la
gente. Dicen que siempre
lo digo, como si fuera un
hola o un buenas tardes.
Pero a ti, que tienes
privilegios, te haré caso
a toda hora. Sabrás
desaparecer al mundo.
Lo harás frente a mis ojos.

Pero es mejor que sigas
ausente, que sigas en
tu mundo de sol y de luz.
Yo aquí, sinceramente,
¿para qué te quiero?
¿O es que sabes pegarte
a las paredes? ¿Es que
sabes cómo hacer que
un monje olvide algo
que no sea rezarle siempre
al molde con que están
hechos todos sus días?

Este reloj me desengaña
a toda hora. Lo miro con
simpatía. ¡Ándale, quiero
mirarte en un día que
valga la pena! No en un
día como hoy, un día que
se me fue en quién sabe
qué truco o trampa. No
estoy seguro de lo que
voy a decirte, pero si un
día mato a mi reloj, voy
a matar de paso a todas
las horas de todas las
gentes. Voy a matar el
tiempo para que no nos
moleste, repitiéndonos
a cada instante que se
está terminando y que
tú sigues allá escondida.


Armenia

Hoy te vi de lejos.
Vas de un cuarto
al otro. Nunca te
detienes. Nunca
dejas huella. No
borré la imagen
que guardé en
mis ojos. Viviré
buscando, un
día tras otro,
fragmentos de ti.
¿Es que no te gusta
que viva de ti?
Te cultivo siempre.
Siempre estás aquí.


sábado, 12 de marzo de 2011

Beige

Hoy los baños están fuera de servicio (me explica un empleado que no es culpa de la escuela, sino del gobierno. ¿En dónde he oído eso antes?) y yo que quería estar un rato ahí sentado dejando que el presente, ese animalito cruel que se escurre entre mis dedos, me lleve a ti, a las partes de ti que puedo ver si uno las piezas de tu juego, del plan de tus fotografías.

Hoy no podré saludarte sino hasta bien entrada la noche. Perseguiré al perverso animalito durante todo el día. Se moverá entre mis papeles y mis ropas, entre las sillas y los libros, entre el cielo y las paredes, y yo no podré hacer gran cosa, sólo ver cómo transcurre el tiempo y esperar una tregua de su parte.

Hoy me será imposible hablar contigo a mediodía. Tendré que hacer un simulacro y repetirme, a manera de sedante, tus palabras y tus oraciones. Yyyyyyaaaaaa no sé qué hacer con este tiempo, y no ha pasado ni una hora. Nnnooo sé qué voy a hacer si sigo adentro de esta trama que, sin ti, es desoladora.

Los Ángeles, el suelo, los suéteres rosas, los acordes de "Well I wonder", los garabatos, las luces, las sonrisas, un litro de té que se enfría con lentas maneras, un collar que se balancea; un cinturón que brilla, quizás, sin querer; unos ojos tímidos que miran el infinito en el color de un bote de basura, un poquito de ti en todas partes. En todasssssss.

Sé que aunque las esquinas del aula y los renglones de un cuaderno me digan que un día miraremos juntos el correr de las horas, es algo difícil. La realidad siempre estará desnuda ante nosotros y siempre temblará de frío y de esa forma siempre nos tendrá a la espera, siempre pensando si hemos de seguir adelante, siempre siemmmmmmpre.

Esa paradoja de que no existas entre las cosas de mi mundo y al mismo tiempo seas la más real de todas las cosas. Y aunque cosa no seas, cosa te has vuelto. ¿Qué quieres? Una cosa seré si me lo pides, o no seré nada o lo seré todo. Igual que el aire, el frío y los fantasmas, no se te puede ver, pero te sientes.

lunes, 7 de marzo de 2011

No. 1



Todas estas calles dicen lo mismo. Significan lo mismo. El túnel se alarga hasta el infinito. Viene de allá y se va de regreso. Anoche, tu corazón blando palpitó de más. Hace unos días, ese mismo órgano testificó sin querer el final de mis sueños. Todo el mundo dice lo mismo de tu piel. Todos vienen hacia acá y me dicen que no valgo mucho porque nunca hago nada, porque nunca digo nada. Hoy me creyó alguien (agradezco). Eso debe de contar. Ya no es tanto mi remordimiento por ser una persona inverosímil. 

Hoy se me mancharon las manos cuando me levanté de la cama. Fue quizás porque toqué la pared y eso está prohibido. Pocos me creen. Pocos me preguntan qué hay detrás. Pocos saben, incluso, que hay un "detrás". 

Mis dientes no están hechos para morder a nadie. A veces lastiman mis encías. Aquí todos comen carne. Bonita época para nacer anémico. 

Debí reír en silencio, confiar en las cuatro paredes de mi piel. Pero mis huesos son de arcilla. Mi lengua es barata y da placer. Después de aquella noche me incomoda hacer estas cosas, pero las hago porque no sé hacer nada más. 

Ya es lunes. Ya es marzo. Quisiera que fuera domingo. Y diciembre. 

En aquel hospital, donde gente querida lloraría de felicidad. 

Llueve sin que me moje. Sale el sol y no me da calor. El viento tira las hojas secas de los árboles sin que se mueva mi cabello. Cada día llueve, sale el sol y sopla el viento. Y yo jugando con las sombras, con mis sueños de papel. Jugando con la herida. 

Tu ya tenías una colección de relojes idénticos a los que te regalé.

Quién sabe hasta cuándo vuelva a abrir la boca. Quién sabe en qué momento voy a desdoblar mis dedos otra vez. No va a valer la pena porque tú no existes. 

Nada valdrá ya la pena 
a menos que de ver d a d  
e   x   i   s   t   a   s
.
...

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Con la luz apagada, las ventilas cerradas, los libros acomodados por número. 
Con el reloj marcando una hora incorrecta. Con el reflejo de mis ojos en los lentes. 
Con un pequeño dolor en el dedo índice. 

Un zumbido en mis oidos. Un pequeño malestar. La gente viene a pie en grupos de muchos. Muchos números, un número grande. La gente viene en pares. Los pares se besan las bocas. Si vienen en grupos de tres, hay una boca que reparte besos a las otras dos bocas. Viene toda la gente, vienen todos los grupos. Viene un saludo de parte del hombre del perro famélico. Se viene la lucha de clases. Un pequeño malestar. Una boca con un afta de proporciones incómodas. Bocas que se besan. Labios que dicen. Cosas...

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A ti ya no te importa. Nunca te ha importado. No vale la pena que yo te piense. Alguien más lo hará. Muestro mi parte. Confieso mi parte. Juzgue usted, su señoría. Hoy vengo a pedir "no más" a este público idiota. Hoy escribo el último salmo de mis días muertos. Quisiera enamorarme, pero no puedo porque mi espíritu no es aristocrático. No puedo porque tengo miedo. Y el miedo va de piel a piel, de boca en boca. Por eso yo no beso a nadie. Por eso yo no soy doctor. 

fffffffoewppppppppppppppp

Scratch scratch, dice la mano del hombre. No tiene que ser tan sutil, señor. Mis palabras son espinillas: truénelas. 

Tengo miedo porque viene la gente en grupos de dos o tres y yo estoy solo. 
Estoy solo. 
Solo.

f3299999999