domingo, 20 de marzo de 2011

Ensayo no. 922

Sé lo que muchos están pensando: ay, el mundo está nadando en un cálido y suave mar de excremento. Sí, en efecto, basta con prender la televisión y sintonizar un "noticiero" para llegar a esa conclusión. Yo les digo: el mundo está nadando en un cálido y suave mar de excremento. Pero me pregunta alguien: ¿es excremento humano o es excremento de perro? Y entonces entré en una crisis por no saber cómo responder esa pregunta.
Angustiado, acudí a la sabiduría de Franz Kafka. Cito: "sin una razón concreta, sólo para no verse obligado a volver aún al escritorio, tuvo que tirar con ambas manos." De esta manera, y con todo y que nuestro arraigado antropocentrismo puede hacernos pensar durante toda la vida que nuestro excremento es fundamental para nuestros procesos de creación de imágenes mentales, la erudición kafkiana nos demuestra que no es así, nos expone claramente su idea de en qué clase de mierda estamos moviéndonos y por qué.
Sin embargo, no terminamos de comprender la respuesta a una pregunta cuando ya otra nos somete con su dificultad: si el mundo está deshaciéndose a una velocidad de mil desgracias por segundo, ¿en qué se basan algunas personas para afirmar que es mejor el atún en agua que el atún en aceite? ¿Realmente hay un marco teórico fuerte detrás de esta idea, o se trata sencillamente de una banalidad más de las millones que circulan hoy en día por nuestros hermosos medios de comunicación? Al respecto, Ermilo Abreu Gómez, autor de "Canek", nos dice en la citada obra: "La tía Charo se puso mala. El médico aconsejó reposo; y Guy, solícito, puso una manta oscura en los postigos de la ventana." Aunque en un principio la tesis de Abreu se base en un rígido ataque a las deficiencias de la escuela mayéutica finlandesa, sus ideas sirvieron para darle forma a todo un proceso epistémico que aún hoy nos persigue. Esto no podremos plasmarlo en un examen porque la mayéutica finlandesa no es algo que se pregunte en una prueba.
El proceso de descomposición social en el que estamos inmersos, tanto como víctimas como victimarios, exige de nuestra parte un criterio amplio y bien documentado, a fin de que podamos deshacernos rápidamente de lo que no sirva para mejorar las condiciones de vida de nosotros mismos y de quienes nos rodean. Como alguna vez expuso Camilo José Cela: "Doña Ramona Bragado, cuando doña Matilde y doña Asunción se marcharon de la lechería, se puso el abrigo y se fue a la calle de la Madera, donde trataba de catequizar a una chica que estaba empleada de empaquetadora en una imprenta." Complicado es, sin duda, el panorama, mas no es permanente ni inamovible. Día a día, noche tras noche, media tarde tras media tarde, podremos colaborar ya sea al adecuamiento de nuestros espacios públicos como a la pulcritud de las situaciones que vamos creando por cuenta propia y como parte de una colectividad.
Pero entonces, ¿qué hacer ahora? Si la desesperanza crece a pasos agigantados, debemos amarrarnos con fuerza los cinturones y tomar energías de las barras integrales o de un plátano o cualesquiera otros alimentos que tengamos a la mano (sobre todo cosas grasosas, no hagamos a un lado la grasa, por Santo Cristo), pues quién sabe qué misterios esté aguardando para nosotros esta maraña informe que llamamos "futuro" y que no es más que la unión y desunión constante de nuestras decisiones. Citando a Agatha Christie: "Story's quite true! I left 'em! Matter of self-preservation. We were lost in the bush."
Perdidos en los arbustos, mi querida Agatha. Perdidísimos en los arbustos. Qué desesperanza, oh no.

No hay comentarios: