martes, 30 de junio de 2009

Los Candidatos


Nos bajaron del salón a tamborazos y nos plantaron en el suelo como si fueramos becerros comunes y corrientes, sabedores de que el espectáculo que estábamos a punto de presenciar iba a ser grotescamente divertido. Ahí estaban, sentados detrás de una mesa, 4 candidatos a la presidencia municipal del provincianísimo Lagos de Moreno, observando atentamente su entorno, quizás pensando una y otra vez en cosas perversas y retorcidas que solo los políticos tienen el atrevimiento de pensar, si es que Dios, enfundado en su benevolencia que posee nomás por el hecho de ser Dios, les otorgó a ellos, los políticos, el primitivo lujo de poner a trabajar las neuronas.

Frente a ellos se encontraban los estudiantes, que hacían como que les interesaba escuchar toda esa sarta de promesas mesiánicas que los candidatos gustan de llamar propuestas. En realidad, muchos de ellos, estudiantes con credencial de elector, o dicho de otra forma, "votos favorables en potencia", estaban allí para saltearse horrendas materias de arquitectura, diseño gráfico o administración. En teoría, ver a un político deshaciéndose mientras trata de hacer creer a la gente de que la propuesta de un mejor futuro (o peor presente) es una meta viable y no un alucine cannábico es igual o más divertido que tratar de instalar, por ejemplo, un cañón y una laptop para exponer sobre la política economica expansiva.

Los candidatos, como si fueran superhéroes modernos, se pararon frente a la multitud, que se iba retirando poco a poco por cualquier motivo pintoresco, y empezaron a vociferar una a una sus inverosímiles propuestas. Más empleo, mejor educacion, trabajo, trabajo, trabajo. Los candidatos, algunos hablando en tercera persona, como si estuviesen tratando de vender un producto en el canal de televentas, se llenaban la boca diciendo que crearían miles de empleos, si tan sólo ellos, misericordiosos estudiantes, otorgaban su valiosísimo voto a los colores de su partido. Ahora bien, que si crear empleos significa arreglar un chingo de calles intransitables por motivos desconocidos y ponerse a pintar fachadas que se convertiran casi inmediatamente en el objeto de deseo de hordas de grafiteros, pues sí, entonces si se crean montones de empleos.

Otros candidatos, que me dieron la impresión de tener amargada la existencia, no dejaron de desmentir, deshacer y desmadrar las propuestas de sus adversarios. Éstos, muy quitados de la pena, se limitaban a seguir proponiendo chingaderas, con una sonrisa más fingida que la que puede hacer Lucía Mendez cuando le preguntan de la vida y obra de Verónica Castro. Cierto candidato lanzó tantas propuestas tan increíbles que me resulta complicado tratar de recordar siquiera una de ellas. Y es que no sé que tienen los políticos que creen que toda la gente es estúpida.

¿Porque lo digo? Por el hecho de que la última moda entre los rockstars de la política local consiste en grabar versiones retorcidas de las canciones de moda y circularlas por toda la ciudad en camionetas que son conducidas por fulanos que llevan en el rostro una expresión parecida a la que uno pone cuando dice "me quiero morir". Imagino que los candidatos creen que con sus ridiculas tonadas, algunas de ellas sinceramente idiotas, la gente caerá rendida ante los colores de tal o cual partido y otorgarán su voto como si fuera el preciosísimo tesoro de la virginidad.

Los candidatos seguían allí, pero los estudiantes cada vez éramos menos. Yo, diecisieteañero común, marginado de cualquier posibilidad de sufragio, reía para mis adentros al ver aquella ópera en la que se había convertido dicho panel de candidatos. Los 4, incompetentes monigotes, prototipos de políticos mexicanos, ingenuos portadores de la última esperanza de un partido político para obtener siquiera 58 votos, poseían al final del encuentro una expresión similar a la de un bebé indefenso pidiendo su biberón. Muy en el fondo sabían que sus infantiles propuestas no habían hecho mella alguna en las ocupadas mentes de los estudiantes con credencial de elector allí presentes.

Sólo los invertebrados lamebotas que llevan enfundadas las playeras de su candidato favorito, creyendo que llevan en el pecho a la foto del mismísimo Jesucristo, creen que esas propuestas son lo suficientemente creíbles como para lanzarse a un pozo de mierda de conejo por ellas.
Al final, cada candidato se fue con su respectiva caravana, llena de monos zalameros que creían haber sido partícipes de un histórico debate al que nadie asistió realmente.

domingo, 28 de junio de 2009

Aparecida


Para Gogo, asidua lectora, su turno de leerse a sí misma entre líneas.


El recuerdo de aquel cuarto brilla con sus muros de sepia. Yo represento, en este mismo momento, y seguramente también en aquel instante, a un simple espectador, gustoso de observar uno a uno los detalles que forman el recuerdo de tu persona en aquel escenario nostálgico. Me acuerdo de cada una de tus palabras, selladas por un halo encantador de humor, pero a la vez de una marcada femineidad. Llevas en la piel las señas que dictan que el firmamento te hizo opuesta a mí, con los planetas contrarios y los símbolos distintos. Eres pues, una dama con alma de aire y carácter acuoso, caracteres encontrados a mi espiritu de fuego (el cual no aparece muy seguido) y mi personalidad terrenal.

Si se trata de polos, yo pido el polo sur. Tambien la Luna, el Negro, el No y el Ayer.

Dicho esto, quizás ahora es más facil entender el porqué yo tenía esa férrea necesidad de darte un amistoso abrazo y tu respondías a mis ímpetus con una huida simpática. Sigo con el recuerdo de ese cuarto bien clavado en mi mente, con todos esos muebles de colores que contrastaban con el tono pardo de la pared y aquellos vestidos de antaño que solían portar tú y las hijas de Bernarda Alba. Recuerdo también la imagen de la blusa que tanto me presumiste entre las risas de fondo y la inestabilidad del suelo supuestamente firme bajo nuestros pies, hace ya un par de meses. Ya al final, desde el ángulo en el que me encontraba, los automóviles del carril contrario contrastaban con tu perfil y con el tono de las bromas del resto de los pasajeros, quienes consideraban como todo un logro el hecho de que yo estuviese ahí y no escuchando a mis bandas caducadas, enfrascado en una partida más de Solitario.

Tu que piensas?






lunes, 22 de junio de 2009

Eje


Restos de sigilosas escaleras observan con detenimiento al improvisado turista que se adentra en lo profundo de las ruinas urbanas. Sombras parecen moverse de un lado a otro, personificando los injustificados miedos del visitante. El corazón le palpita tan rápido y tan fuerte, que pareciera que las ondas de sonido provocadas por su pecho son las culpables de que el polvo adherido a las sucias paredes caiga lentamente al suelo del lugar.

"Quien anda ahí?" pregunta su voz interior. Nadie le responde. Está sólo en el corazón de alguien más. Las tímidas escaleras crujen con verguenza ajena. Acaban de delatarse, y el turista se aprovecha del momento y se sienta en un escalón accesible.

Piensa en lo absurdo del momento presente. Sonríe cuando ve que un brillo denso entra por las ventanas adjuntas. Es la señal inequívoca de que el mundo está por terminarse, y de que la pesadilla en la que vive es sólo un producto no deseado de su imaginación despierta.

De la sonrisa que tenía, sólo queda un esbozo de indefinidas comisuras labiales. En su rostro, la mujer de la que formó parte segundos atrás. Ella no lo sabe, ella no lo sabe.

viernes, 19 de junio de 2009

Densidad


Cae pesado el recuerdo sobre lo que soy
y sale avante la sonrisa
como siempre
Sale un ruido incesante sobre lo que ves
y sale pulcro el pensamiento
como nunca
Hay un cuadro brillante sobre la pared
y sale vivo su contorno
como anoche
Veo momentos tristes en tu condicion
y salen densas las ideas
como en sueños

sábado, 13 de junio de 2009

Aluvión


Y tenías ganas de seguir hablando y prometiendo cosas que yo jamás iba a considerar ciertas, pero te detuvo tu propia incredulidad. La tarde se transformó pues, en un momento que siempre había querido vivir, dentro de un lugar en el que siempre había querido estar. Desde lejos noté que las nubes amenazaban con mojarme, con mojarnos. Pero justo cuando iba a advertirte de mi descubrimiento, me percaté de que tu te habías ido ya. Desde entonces te he buscado pero por una razón u otra nunca he podido tener la oportunidad de volver a escucharte mientras me platicas un montón de cosas que a lo mejor en ese instante no comprenderé, pero que al final, después de un rato de reflexión y de explicaciones cuidadosas de tu parte, siempre voy a entender. Ojalá que, siendo la antepenúltima cuestión de éste órgano que llamo corazón, vuelvas a convertirte en la última, pero por más "ojalás" que llegue yo a pronunciar, sé que no voy a cambiar nada. No quiero ser, tampoco, el mismo exagerado fatalista que le ve el final a las cosas incluso antes de que comienzen, o el viejo pseudo-autista que cree que la solución está en sus propios juicios torcidos.

Ayer por la tarde vi al sol escondiendose de mi vista, mientras una lagartija corría por la pared, de arriba hacia abajo, de izquierda a derecha, como si, al igual que el sol, también estuviese tratando de esconderse de mi rango visual. Entre las plantas se movió algo y supuse que era otra lagartija, pero resultó ser un simple insecto cuyo nombre desconozco. No sé como puedo recordarte tanto y tan seguido. El sol empezó a molestarme y me senté a la sombra de una bardita que hay en el patio. Allí me dispuse a ver pasar a todo lo que se moviera. Insectos, aves, reptiles, hojas, polvo, palabras, pensamientos, mi vida.

-Ya casi termino- me dijiste.

-Está bien, yo te espero- respondi.

Te esperé tanto que tuve tiempo de bajar al patio y ver la vida pasar. Ojalá entiendas que este aluvión de cosas del que te estoy hablando no lo provocaste tú, sino tus palabras. O lo que es lo mismo, tus silencios, que son igual o más valiosos. Si no hubiese sido por ese silencio provocado por la espera, a lo mejor no me habrían dado ganas de ir al patio de mi casa y pensar en olvidarte.

Que chistoso ¿no? Pensar en olvidarte...

lunes, 8 de junio de 2009

In Fraganti



Las dos 'X' en el gráfico representan a la mamá y a la abuela de Lucía, quien es estudiante de preparatoria y que aparece también en la ilustración en forma de cuadrado, en la esquina superior izquierda. Mamá y Abuela salen de la casa a las 5:12 PM de un Viernes. Mamá se dirige a tomar el camión, que ya la está esperando. Bueno, técnicamente no la espera, ¿cierto? Un camión dificilmente esperará a alguien. El camión la llevará al centro para completar la difícil misión de comprar lo que hace falta en la alacena. Deberá sortear ríos de gente que, al igual que ella, creen que es más conveniente comprar las cosas del mandado por la tarde.

Abuela, en cambio, se dirige a visitar a una vieja amiga suya, que tiene un terrible cuadro de gripe común desde unos cuantos días atrás. Mamá tardará aproximadamente una hora en completar su tarea, mientras que a Abuela le llevará tan sólo media hora ir y llevar sus condolencias, o mejor dicho, sus atentos saludos. Ambas dejan unas menudencias de pollo calentándose en la estufa, mismas que darán al perro en cuanto éste comienze a ladrar de inanición. Lucía debía apagar la cacerola hirviente en 10 minutos, de lo contrario, la comida del perro quedaría arruinada.


Del camión que "espera" pacientemente a Mamá se baja Octavio, el novio de Lucía que recientemente obtuvo el título de "Persona Non Grata" en casa de ella. Sería peligroso si Mamá detecta la presencia de Octavio en un radio de 100 metros alrededor suyo, por lo cual, Octavio es bastante sigiloso. Por Abuela no hay problema puesto que ella difícilmente recuerda quien chingados es Octavio. Con tal de no ser detectado, Octavio corre a la tiendita de la esquina para evitar el contacto visual con su mortal suegra, y una vez allí dentro se enfrenta a la incertidumbre de no saber si es conveniente comprar algo, sólo para ocultar las apariencias, o quedarse así, como un despistado que entró por error a la tienda, pensando que era una Tlapalería o algo por el estilo.

Compra unos chicles de menta y se asoma con cautela.

Una vez que arrancó el camión, con Mamá dentro, y que Abuela pasó a la otra acera, sin intenciones de voltear hacia atrás, Octavio caminó hasta casa de Lucía y tocó la puerta. La doncella abrió el ventanal y recibió a su principe azul con los brazos abiertos y con un hedor insoportable a higaditos de pollo.

Media hora despues arriba la Abuela y corre directamente a la cocina, alguien no apagó la estufa a tiempo. Se escuchaban ruidos extraños que provenían de la habitación de Lucía. Abrió la puerta y encontró a su nieta junto con un tipo en una situación más o menos embarazosa. Todavía les quedaban unas prendas encima.



viernes, 5 de junio de 2009

El episodio ortográfico



Tenía unos 7 años cuando me enamoré por primera vez de una niña. La chica en cuestión, cuyo nombre es irrelevante mencionar, me parecía en aquel entonces sinceramente hermosa, lo suficiente como para ser la destinataria de mis primeros poemas. Dicho sea de paso, éstos poemas eran sencillamente una imitación de las obras que aparecían en los libros de texto de la SEP, pero con algunas palabras cambiadas. Yo que creía que si mi maestra leía mis poemas, me tomaría por plagiario y me expulsaría de por vida del instituto.

Volviendo a la chica, creo que es
necesario indicar que ella, al igual que todas las demás chicas de mi salón, era algo difícil de alcanzar, casi inconquistable, para un chico de mis características. Además, no era yo el único admirador con el que esta chica contaba. Para nada, éramos varios, cada quien, supongo, haciendo su lucha a su manera, de tal forma que todos conocían perfectamente quienes eramos los enamorados de la señorita en cuestión sin que ella se diera cuenta realmente de que tenía fans. El tema de conversación en el receso no era otro más que "Oye, adonde se fue Fulana?", "viste qué bonita se veía hoy?", "a mí me dijo que su sandwich era de jamón", etc.

Pues bien, como yo no tenía idea de cómo manejar esa situación, me dije para mis adentros: "Cuando sea la fiesta del 16 de Septiembre, le declararé mi amor". Se llegaba la fiesta escolar y yo me acercaba a la jovencita, supuestamente decidido a tirar las barreras de la amistad para comenzar un noviazgo apasionado y auténtico, como cualquier noviazgo de Segundo de Primaria de aquella época, y siempre me quedaba con las palabras en la lengua. Llegado el momento, ésa declaración en particular era increíblemente difícil de pronunciar, a pesar de haber pasado horas el día anterior repitiendo una y otra vez la frase "quieres ser mi novia?" y de pensar que al día siguiente sería pan comido mencionarla frente a la depositaria de mi enamoramiento prematuro.

En aquel entonces, mi mejor amigo estaba en el salón de 2°B y me platicaba que su maestra titular los hacía escribir planas con la palabra "Medecina". Observabamos a la maestra y se nos hacía increíble que una profesora de español de un instituto tan respetable como el que nos veía entrar día con día tuviera el pequeño defecto de querer obligar a sus pupilos a escribir Medecina y no Medicina. A raíz de ese episodio ortográfico, no puedo mirar el letrero de una farmacia sin reír para mis adentros. Quien también rió al enterarse del episodio ortográfico fue la chica de la cual yo estaba perdidamente enamorado. Cada vez que reía, yo sentía que temblaba el suelo bajo mis pies, que el cielo partía las nubes en dos sólo para mostrarme el brillo del sol y mil cursilerías por el estilo. Yo solía escribir ese tipo de sensaciones melosas en una pequeña libretita barata que guardaba celosamente en un cajón, mismo que se vió ultrajado un día por mi mamá mientras buscaba unos lentes.

El error fue mío por poner mis primeras composiciones edulcoradas en el mismo cajón en el que mi madre guardaba sus lentes de confianza.

Ella se enteró de lo que me sucedía y a pesar de que yo estaba muerto de la pena, ella no dijo nada en especial y se limitó a devolverme mi libreta vieja, misma que jamás volví a usar. Después de ése hecho, que ha quedado grabado en mi memoria como luces de neón en un boulevard, procuré ser mas cauteloso con el enamoramiento, de modo que sólo yo llegué a enterarme por completo de las cosas que me sucedían, que llegué a considerar indelebles en su debido momento y que hoy he olvidado por completo. Pero existen algunas excepciones a esta amnesia involuntaria. Una de ellas consiste en el hecho de que jamás he podido hacer a un lado el recuerdo de aquel 30 de abril en el que tuve la oportunidad más clara de declararle mi amor a la citada chica. Aún siendo tan clara, esa oportunidad seguía pareciendo algo tan increíble que me hizo preguntarme durante todo ese día si realmente esa chica había estado tan cerca de mí como mis ojos me lo hicieron creer o si fue una clase de espejismo generado por el nerviosismo. Sí, al final resultó ser cierto, pero ya era demasiado tarde, puesto que el día había terminado y otra vez me había quedado con las palabras atoradas en la lengua.

La cosa no terminó allí. El siguiente año escolar se me fue, entre otras cosas, en buscar una oportunidad para darle a conocer mi amor de una vez por todas. No era una misión fácil puesto que yo estaba preocupado por otras cuestiones, como las malditas fracciones. Éstas operaciones en específico me provocaron sendos dolores de cabeza a lo largo del Tercer grado de primaria. Se me hacían completamente ilógicas e inútiles. Una prueba clara de ello es que jamás he ido a la tienda y dicho:

-Me puede dar por favor un cuarto menos de medio kilo de una octava parte del costal de papas?

Precisamente, siempre me quedaba como costal de papas cuando me hablaba la chica de la cual yo seguía brutalmente enamorado. A mis 8 años, el mundo me resultaba algo inmenso, amplio y lleno de oportunidades que parecían prometedoras pero sinceramente lejanas. Mi intención era conquistar a esa chica y mantener viva esa relación hasta el matrimonio, mismo que debía durar más o menos hasta el final de los tiempos. Ése pensamiento finalmente me orilló a tomar la determinación suficiente como para declararle mi amor de manera concisa, clara y directa.

Lo malo es que para cuando llegó ese día, ella ya no vivía aquí. Así empezó Cuarto de primaria.