martes, 18 de marzo de 2008

El Apolónico y el Pozo


(Apolonio y Juan se encuentran recargados en un pozo. El paraje sigue luciendo desértico, el cielo está teñido de colores anaranjados y rojizos. Los hombres lucen más descuidados y sucios y sus movimientos son lentos y aletargados. Juan se pone de pie, con trabajos, y extrae un poco de agua del interior del pozo. Los dos beben y suspiran, agotados.)

Apolonio: Cada día me cuesta mas trabajo despertar. Ayer pensé que moriría mientras dormía, pero mira, viviremos otro día más.

Juan: Sí. He estado pensando que al parecer algo de razón tenías con tu discurso del maltrato al mundo y esas cosas. Tengo miedo, sabes.

Apolonio: Es la realidad. Una cruda realidad, como cuando me enteré que Victoria me engañaba contigo.

Juan: Yo nunca sentí nada por ella. Bueno, sólo lo necesario.

Apolonio: ¿Necesario para qué?

(Silencio de Juan)

Apolonio: Odio cuando no hablas.

Juan: Algún dia agradecerás mis silencios. No serviría de nada saber lo que pasó. Ahora no sabemos donde está Victoria. Ni siquiera sabemos si sigue viva. ¿Para qué discutir? Si te lo hubiera dicho antes de toda esta catástrofe, por ejemplo, sí habría tenido sentido y probablemente me habrías matado. Pero ahora ya nada puede pasar. Ya ninguno de nosotros puede ir, por ejemplo, al infierno.

Apolonio: Odio cuando dices tantos "por ejemplos". Por ejemplo, ahorita. Y no tenías que mencionar al infierno.

Juan: Son precauciones.

Apolonio: Menos mal. (Una corta pausa) ¿Te digo algo?

Juan: ¿Qué pasa?

Apolonio: Te odio tan profundamente que no puedo creer cómo es que somos amigos.

Juan (sonriendo): Yo también te odio. Tenemos eso en común, por eso nos llevamos bien.

Apolonio (sonriendo): Menos mal. Lástima que me muero.

Juan: Sí.

Apolonio: ¡Tus monosílabos, carajo!

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