jueves, 3 de septiembre de 2009

Tú y tu vestido


Sigue buscando, sigue buscando, porque no te has fijado en mí y por eso no sabes que yo estoy escondiendo lo que buscas, si no es que soy yo lo que estás buscando...

Ingenua, desde que te ví entrar a mi territorio, ese departamento donde no hay
otra cosa más que vestidos de noche para damas elegantes (como tú), sabía que te perderías. Y no quisiera que me preguntaras por qué me engendré esa suposición, porque no te sabría responder. Pero desde que te ví me pareciste simpática, despertaste algo como, no sé, ¿curiosidad? Entraste del estacionamiento y tu vestido gris parecía brillar, y combinaba de forma increíble con tus zapatos negros de tiras. Tus lentes oscuros me llamaron la atención, o creo que más bien fue tu melena. Soy adicto a las melenas, ¿lo sabías? La tuya en especial como que me hipnotizó. Quien sabe. Yo estaba atendiendo a una cuarentona insoportable que quería una devolución y era incapaz de entender la frase "después de 30 días no hay devoluciones". Ella insistía, hasta quería traer al gerente, pero lo que ella no sabía es que fue el gerente mismo el que instauró, inauguró y avaló esa frase desde el primer momento. No creo que se pudiera hacerle excepción alguna a una cuarentona histérica. A lo mejor por eso no me pusiste atención, o tal vez lo que sucede es que no eres de esas mujeres que le prestan su atención a cualquiera.

No soy tímido, mi trabajo no me lo permite, pero tampoco soy una bestia buscando clientas. Además todavía me quedabas bien lejos, tendría que haberme metido a un departamento que no es de mi territorio y me habría tenido que enfrentar a mis compañeras chupasangre. Si quería acercarme a tí, la única forma de hacerlo era conducirte a mí de alguna forma ingeniosa. Para eso me alié con una de mis compañeras y la envié hacia tí, con la misión de averiguar el objeto de tu deseo, la razón que te tenía inmersa en esos pasillos. Una vez que mi compañera tuviera la información, te distraería y correría hacia mí para decirme de qué se trataba, qué es lo que estás buscando. Luego, allí me movería hasta donde estuviera dicho objeto, y me vería en la deliciosa oportunidad de atenderte personalmente. ¿Por qué deliciosa oportunidad? Porque me llamaste la atención, y a la atención no la calmas con cualquier distracción.

Tu seguías buscando y buscando por tu propia cuenta. Me lo imaginaba, no le ibas a pedir ayuda a cualquiera. Pero en eso se te acercó mi cómplice y te sacó el dato: buscabas un vestido beige. Mi cómplice me enorgulleció. Si uno no puede hacer el trabajo, hay que llevarse bien con quien sí sabe. Luego cumplió con la otra parte del plan: te mandó con otra empleada a buscar vestidos beiges en el lugar equivocado. Según mis cálculos, eso le daría a mi cómplice unos 60 valiosos segundos, durante los cuales vendría a darme toda la información. Bueno, eso fue precisamente lo que sucedió. Me dirigí hacia los vestidos beiges de mi departamento y me puse a resguardarlos, no sin antes recordarle a mi cómplice la siguiente parte del plan, que consistía básicamente en enviarte hacia los únicos vestidos beiges de todo el departamento. Los cuales, repito, estaban detrás de mí, bien guardaditos, esperándote.

Mi cómplice salió a buscarte y yo ya estaba expectante. Estaba a punto de conocer a la clienta más interesante en meses y cada segundo que pasaba me desesperaba más y más. Incluso puedo decir que ignoré a un par de clientas sólo por estar atento a mi espera. Si el gerente se llegara a enterar, me mataría. Pero el gerente no tiene por qué leer esto. Es como si cada cliente perdido le doliera en el páncreas. Y no sabes, cuando al gerente "le duele el páncreas" a todos los empleados nos ve cara de desahogo, pero no de ese que se sale con las lágrimas, sino de ese que se sale con blasfemias.

Cuando me dí cuenta, ya te tenía frente a mí. ¿Una palabra? Encantadora. Algo debí provocar en tí, porque te quitaste los lentes, parpadeaste y preguntaste humildemente por algun vestido beige. Me imagino que ya estabas realmente fastidiada por tanto buscar. O quien sabe, con eso de que a las mujeres les fascina andar de mostrador en mostrador...

Ahí fue cuando salió a flote mi elocuencia y mis ganas de, no sé, ¿llamar más tu atención, quizás? Me pediste todos los modelos distintos y al final te convenció un vestido que siempre me gustó. Y digo "al final" porque tardamos media hora en escoger el indicado. Y digo "tardamos" porque ya existía confianza. Te reíste no sé cuantas veces, salías a modelar cada vestido y lo combinabas con una sonrisa coqueta. Con la misma coquetería con la que me sonreíste al despedirte...

Ya me imagino la cara que pusiste cuando descubriste esas manchas horrendas en tu vestido nuevo. ¿Crees que te llevaste el vestido defectuoso por error? No, yo soy un empleado que no sabe de errores. Yo te puse el vestido equivocado, porque las ganas de volver a atenderte eran demasiado fuertes como para soportarlas en silencio. Así ibas a volver por una devolución, y así me iba a asegurar de que esta vez te llevaras no sólo el vestido "bien hecho", sino también esta nota. Por eso escribí esto en mi tiempo libre, porque sabía que ibas a regresar y te iba a poder entregar esto personalmente. Ahorita ya debes tener el vestido indicado, sin defectos, sin manchas...

Quiero invitarte a cenar, y quiero que te lleves puesto ese vestido. No tardamos media hora en escogerlo para nada, ¿ok?

4 comentarios:

Alice. dijo...

Wow
es la única palabra que me sale de los dedos/boca.

Parte se debe a que últimamente ando muy parca y atontada, pero mucho también, a que usted siempre consigue asombrarme.

¿Cómo puedes describir escenas tan sencillas y transformarlas en algo tan tremendo como esto?

Muchos saludos, cada vez es mejor lo que leo.

:)

Román Villalobos dijo...

Agradezco su comentario señorita Alice, que bueno que le gustó lo que leyó :)

Un abrazo!

Miss Vintage dijo...

No mancheeeeeeeeeeeeeees
essto está ex.ce.len.te
si fuera un caso de la vida real...
te diría que lo posueran en la rosa de guadalupe jajajajaajja ntc....
que ascoo pero no manches...
me encantó ... mienteme jjaja
dime qu ees deveritas de verdad jajajaja, me cae que yo si compraba libros tuyos!!!

Román Villalobos dijo...

Beleeeeeeen

jajaja la rosa de guadalupe, me imaginé esto en ese programa! jajajajaa


Es una historia completamente ficticia, aunque me divierte pensar que ha sucedido en alguna parte :)

Un abrazote :) gracias por pasar a leer!