sábado, 21 de noviembre de 2009

Sandalias


Mucha gente camina por aquí todos los días, y ni por eso suben las ventas. Ya nadie compra sandalias, ni resorteras, ni ligas de hule. No se me venden las diademas de plástico para el cabello, y a nadie le interesan ya las carteras de colores. Imagino que debe ser la crisis, aunque también pienso que estas nuevas generaciones se interesan por otras cosas que yo no les puedo vender. Pasan muchachos de secundaria, pasan amas de casa con bolsas llenas de verduras, pasan grupos de jóvenes, uno tras otro, y pasan familias completas. Todos esperan el camión, la parada del mercado siempre se satura. Ya nadie compra las sandalias, ni las resorteras, ni las ligas de hule.

Llama mi atención una mujer morena de rebozo rosado y larga falda azul marino. Lleva el cabello negro recogido en una larga trenza, y su piel está curtida por el sol. Trae un bebé en brazos, que llora sin detenerse, y la acompaña una niña. La chiquilla, de unos diez años, viene vestida con una sudadera verde, llena de manchas y parches, y un pants color azul rey, igual de desgastado. Se detienen en la esquina de la farmacia y esperan su turno para cruzar. La mujer luce desesperada, siempre con la cabeza gacha. La niña se ve seria, y se sujeta firmemente de la falda de su madre. Detrás de ellas viene un niño, de unos cuatro años, portando una playera roja descolorida y unos pantalones de mezclilla que le quedan muy cortos. El niño, a diferencia de su madre y de su hermana, se ve contento y tiene los ojos brillantes. Transmite una sensación muy particular, como si al verlo le dieran ganas a uno de hacer alguna travesura, de volver a esa edad en la que todo parecía gracioso y el mundo importaba poco.

Fueron acercándose lentamente a mi puesto, sin dirigirse la palabra. El bebé no paraba de llorar y su mamá no hacía nada al respecto. Entendí que a veces no sirve de nada preocuparse. Me fijé en un pequeño detalle: el niño iba descalzo, y sus pies, además de estar sucios, iban dejando rastros de sangre. Pero él seguía caminando rápidamente, tratando de seguirles el paso a su mamá y a su hermana mayor, y sonriéndole a la vida. Clavó su mirada en mi puesto, y pensé que de nada serviría, pues no creí que su madre quisiera comprarle algún juguete. Luego me di cuenta de que eso no era exactamente lo que él estaba mirando. Sus ojos resplandecieron con más fuerza, levantó las cejas como sorprendido, y soltó una risita. A pesar de que yo lo observaba fijamente, él no notó mi presencia, y aunque lo hubiera hecho, me temo que no habría cambiado su decisión sobre lo que haría a continuación.

Su mamá y su hermana habían quedado frente a la calle, dándome la espalda. Esperaban el camión que les correspondía. El niño, discretamente, quedó frente a mi puesto, la mesita con la mercancía estaba a su alcance. En un instante, tomó un par de sandalias, miró a su alrededor, y las escondió en los bolsillos de su pantalón. Jamás se percató de que yo estaba ahí, y me limité a reír mientras él y su familia se subían al camión. Se sentó junto a la ventanilla y, por fin, se fijó en mí. Me regaló una enorme sonrisa y yo la correspondí. Cuando recordé al niño robando la mercancía, me sentí profundamente humillado, renuncié a mi empleo de vendedor y fui reemplazado por una jovencita de pechos sobresalientes y escotes indiscretos. Cada que paso por ahí, hay una larga fila de clientes, todos hombres, esperando comprar cualquier cosa.

7 comentarios:

Tere dijo...

Qué bonita historia!

Aunque uno pueda ganar "n" cantidad de dinero al día, a veces, uno se siente MEJOR PAGADO, con algo único, como una bella sonrisa...

Siempre sonríele a la vida Rocalfo. Es una de las cosas que me han ayudado a salir adelante (;

Besos Rocalfo.

Gracias por todo.

(:

Anónimo dijo...

qoenzando por decir gracias por avisarme :D
muy gentil de su parte srito. u.u

y.. sabes qe me dejo con una sensacion rara.. si el niño se fue contento.. yo no me qedo así =S
algo falta en este mundo srito.. algo urgente

=(

Román Villalobos dijo...

Al niño nadie lo ve, nadie le dice "no, está mal". Llegando a casa, quizás alguien le recriminará su acción, pero él nunca va a entender que para satisfacer una necesidad ( en este caso, proteger sus pies) va a tener que anclarse a un mundo en el que necesitas tener monedas en el bolsillo para ser alguien.

Addi. dijo...

Muy buena historia, es muy bonita y reflexiba, y más lo que pusiste aquí donde se ponen las firmas, desgraciadamente el hombre le muestra al pequeño niño un mundo que no existe, nada se regala en esta vida, solo los sueños...y eso!

Shell dijo...

Ésta me hizo sonreír y querer ser niña otra vez.




Aunque últimamente lo deseo mucho, ¡hay tanto amargado por donde estoy! u.u

Saludos.

A n g e l dijo...

Hijo de la reverga!!!!!!!!!!

Jajajajajajaa, noseto, no pues, la neta, a mi, no me sale a la perfeccionel fijarme como otra persona, o sea escribir, siendo yo algun tipo de personaje urbano, en este caso tu te miras como el vendedor que se muestra misericordioso con un niño con carencias que roba un puesto donde se lleva unas sandalias, y creeme que esta imagen, la he visto varuias veces aqui por la Basilica de Guadalupe, no a los niños robando cosas, pero si a este tipo de familias que son azotadas por la pobreza, ,en las que no tiene techo en que dormir, y en donde el mundo entero, bajo los puentes, son su hogar...

Me encanto la historia, me conmovio de alguna forma, esta chingona esa situacion, tu mende se expande sin la necesidad d drogas alucinogenas ni metaanfetaminas...

o alcohol o cigarros, simplemente, excepcional chamacon...

Proximamente sera tu cumpleaños puta, pasalo chido...

Rodolfo Escobar dijo...

El principio me recuerda a lo mucho que me intrigan los vendedores ambulantes de pollitos de hule de Jojutla. También me acordé cuando de niño me chingué una cabeza de ajo en el mercado, ja! La culpa me hizo tirarla a un lote baldío.

Oye, apenas he estado escuchando a Wire. No mames, Pink Flag y Chairs Missing son unos discazos!

Saludos