miércoles, 17 de febrero de 2010

La vieja


(Art (by me) - Sad Lovers & Giants)

La viejecita dijo que cuidaría de mí. Estaba de pie, detrás del cancel negro, y me miraba curiosamente con sus ojos color miel tristeza. Su sonrisa era sólo una arruga idéntica a cualquiera de las que llevaba en la frente. Me hubiera gustado preguntarle cómo, por qué y para qué me iba a cuidar, pero estaba lloviendo y yo sólo llevaba un saco como abrigo. Me fui de ahí mirando mis pisadas, una tras otra, pateando piedras y charcos en desarrollo. La volví a ver a la semana siguiente. Era la misma estampa, pero esta vez no me dijo nada, se limitó a verme y sonreír. No hubo más parpadeo que el mío. Yo quería, en el fondo, que me invitara a pasar a su casa verde de amplia cochera desocupada, pero no lo hizo. Aunque sentí una vaga ansiedad al ver sus manos en pausa sobre su mandil, seguí caminando. Yo sólo la veía cada jueves, bien podía ya no pasar por ahí pero estaba comprometido sin querer. Le conté a K. sobre la viejecita y no me creyó. Ella no me cree la gran parte de las cosas que le platico, pero esta vez sí necesitaba que confiara en mí. Dijo que lo pensaría, pero que no podía entender por qué una viejita desconocida me querría cuidar. Yo tampoco lo entendía del todo. Cierto jueves me llevé a K. a caminar justo a la hora de mi cita involuntaria con la viejecita. Estaba lloviendo mucho, K. y yo jugueteábamos bajo la lluvia y nos mojábamos pateando los charcos. Mis calcetas estaban empapadas, llegamos a la calle del arroyo y le señalé la casa verde y negra. La viejecita no estaba detrás del cancel, K. empezó a dudar más de mí pero le dije que cruzáramos el arroyo. Justo cuando pasábamos por encima del pequeño puente, un automóvil pasó frente a nosotros y se estrelló contra otro coche estacionado, estallando instantáneamente. Sentí cómo la columna de humo y llamas nos envolvió a K. y a mí. Rodamos por el suelo y terminamos justo frente a la casa verde y negra sin ningún rasguño. La viejecita nos miró, sonrió, y dijo que ahora no sólo cuidaba de mí, sino también de K. Me hubiera gustado preguntarle cómo, por qué y para qué nos iba a cuidar, pero estaba lloviendo y había un hombre gritando dentro del coche en llamas que no me dejaba concentrarme. A partir de ese momento, K. me creyó. Procuramos caminar cada jueves frente a la casa verde y negra para saludar a la viejecita. No hay mucho que me preocupe desde entonces.

7 comentarios:

Addi. dijo...

No mames rodomantis!
tus últimos cuentitos han sido más breves de lo usual, pero baya que me están gustando! ahora tienen un aire de misterio que te clava directamente en la historia, están muy buenos, la música es la precisa para esto, me gustó mucho tu cuentíto, no sé si está naciendo un nuevo estilo de tu parte, pero me encanta.

Rodolfo Escobar dijo...

Tienes que editar un libro recopilatorio de tus cuentos, Roman!, merecen un público más grande. Ahora que estuve trabajando en la Feria internacional de Lectura este fin de semana puedo conseguirte apoyo en el Consejo Puebla de Lectura que trabaja en muchos eventos con el INAOE y con chance hasta un espacio en la Feria del próximo año que organiza el mismo instituto. Que dices?

little wing dijo...

hola! esta muy padre tu cuento me gusto leerte :) cuidate bie

María - Té de Libelula dijo...

Está simpatiquísima la hirtoria y, que suerte sobrevivir a un incendio
xD

Por cierto...
No te había comentado.

Me fascino "Olor a sardina"


(:

Suerte Román.

Lelio dijo...

que buena onda...

tus historias estan geniales, eres un sin fin de mundos...

A n g e l dijo...

Gae...

Me sobran las palabras, o me faltan, no sé la neta chavo, he andado muy cansado, y casi no puedo escribir mucho, pero que pues!!.


Tu texto es de esos que te abruman, te provocan sensaciones y repercuten en los sentidos... genial, genial, felicidades chavo...

:)

Escritor de goma dijo...

orales
awebo
esta bn rifado el cuentito
deveras cada que abro este blog se q voi a leer algo nuevo, interesante y reweno.
chido!