Siempre hay algo de todo en todas las cosas, ¿no crees? Siempre hay algo de muerte en el amor, y siempre hay algo de cambio en los buenos días. Todas las tardes se parecen, ¿sí? No hay nada que haga que una tarde sea distinta. En el fondo siempre pasa lo mismo.
Cuando un reptil escribe una carta, se sacude un rato las escamas y su lápiz se desliza entre pedazos de piel muerta y frágil.
O cuando sale la luna y piensas que es la más bella que has visto jamás. Entonces la ocultan las nubes y algo en ti se pone triste, algo en ti se pone a suspirar.
Escondo mis ojos porque verte es algo prohibido. Y negar de esa manera que tu persona satura todo lo que soy.
O cuando das un abrazo que nunca darás. Nunca en tu vida entera.
Hubo promesa de lluvia y sólo quedó el polvo. Por ahí se mueven mis dedos. Sus nervios cuando lo dijimos todo.
Estúpida luz del foco de mi cuarto, estúpida madrugada. Las maldigo por estar aquí. Por ser tan preciosas. Por amarme tanto.
Voy a buscar cosas en el mar. Quizás encuentre un tesoro. Nota que nunca he estado en el mar y que no sé lo que es un tesoro. Probablemente no pueda reconocerlo cuando lo tenga en frente. Espero no arrepentirme entonces.
Estás haciendo bien. Porque siempre será bueno cancelar a quien te persigue.
Son injustas las cuatro paredes de mi boca. Y mis manos cuadradas. Y el mundo vacilante que nos separa. Y la brecha que hay entre dos corazones que no pueden juntarse.
Tú, hoy, tan clara como una luz desconocida.
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