Va caminando silenciosa, como la doncella de un cuento que nadie ha escrito todavía. Su príncipe azul, bachiller uniformado que no conoce más tiempo que el hoy y el mañana, la lleva de la mano al lugar ideal para matar dos pájaros de un tiro: saciar estómagos que cada vez hacen más ruido, y saciar corazones que cada vez están más expectantes.
La calle, eterna, oscura como el pelaje de un rottweiler, parece un recorrido un tanto tétrico. Pero por ahí se dice que lo importante es estar acompañado, no importa en donde. Si se ve con ese cristal, la acera era el lugar más romantico del mundo, una especie de París en miniatura situado en plena capital del espíritu provinciano. El helado aire que se escurría por entre sus piernas le recordaba a la chica una y otra vez lo fatal que resulta usar faldas en esa época del año, a esa hora de la noche.
A su príncipe se le iluminaron los ojos al ver la señal inequívoca de que la felicidad estaba por llegar: La luz del puesto de tacos estaba encendida, y lo mejor de todo es que ya no tendrían que sufrir más por el frío, puesto que había un local acondicionado exclusivamente para que los clientes pudieran evitar las inclemencias del desconsiderado invierno. Así, previo ritual de caballerosidad (dejar que la dama entre primero para después invitarla a tomar asiento) la pareja se dispuso a degustar uno, dos, tres, cuatro tacos de bisteck, buche, chorizo y lengua, entre otras exquisiteces culinarias del mundo taquero.
La televisión del local está estancada en un nefasto programa de concursos, y para el príncipe azul es mucho más placentero ver a su princesa degustando un platillo tan urbano como lo es un taco, que mirar cómo los participantes del citado programa son incapaces de diferenciar la revolución de la independencia. La señorita pide una porción de cebolla asada y su amante aprueba la decisión. Sabe que, en caso de haber un apasionado beso frente a la casa de su querida doncella, ninguno se quejará del mal aliento del otro. Esta especie de complicidad sobreentendida le dió al muchacho la confianza suficiente como para pedir una quesadilla con carne y atiborrarla del finísimo sabor que sólo la cebolla asada puede otorgar.
A la hora de pagar la cuenta, el ademán es predecible. Príncipe Azul se levanta de su silla, desenvaina su billetera y hace entrega de un billete de 100 pesos al mesero. La chica luce impresionada, si bien un tanto aliviada de saberse excenta de colaborar monetariamente. El joven caballero deja su propina en la mesa, que quedó con trozos de cebolla y cilantro esparcidos por toda su superficie, y con montones de servilletas que se quedaron impregnadas no sólo de la salsa roja que aderezó los tacos, sino también del sabor de los labios que pronto habrían de cruzarse.
Salieron del local, y otra vez se adentraron en esa negrura atenuada cobardemente por un poste solitario. A media acera, el príncipe azul toma a su chica de la cintura, interrumpe un dialogo intrascendente y le planta un beso de aquellos.
-Oye...- dice la princesa, entre risas- sabes a cebolla...
La calle, eterna, oscura como el pelaje de un rottweiler, parece un recorrido un tanto tétrico. Pero por ahí se dice que lo importante es estar acompañado, no importa en donde. Si se ve con ese cristal, la acera era el lugar más romantico del mundo, una especie de París en miniatura situado en plena capital del espíritu provinciano. El helado aire que se escurría por entre sus piernas le recordaba a la chica una y otra vez lo fatal que resulta usar faldas en esa época del año, a esa hora de la noche.
A su príncipe se le iluminaron los ojos al ver la señal inequívoca de que la felicidad estaba por llegar: La luz del puesto de tacos estaba encendida, y lo mejor de todo es que ya no tendrían que sufrir más por el frío, puesto que había un local acondicionado exclusivamente para que los clientes pudieran evitar las inclemencias del desconsiderado invierno. Así, previo ritual de caballerosidad (dejar que la dama entre primero para después invitarla a tomar asiento) la pareja se dispuso a degustar uno, dos, tres, cuatro tacos de bisteck, buche, chorizo y lengua, entre otras exquisiteces culinarias del mundo taquero.
La televisión del local está estancada en un nefasto programa de concursos, y para el príncipe azul es mucho más placentero ver a su princesa degustando un platillo tan urbano como lo es un taco, que mirar cómo los participantes del citado programa son incapaces de diferenciar la revolución de la independencia. La señorita pide una porción de cebolla asada y su amante aprueba la decisión. Sabe que, en caso de haber un apasionado beso frente a la casa de su querida doncella, ninguno se quejará del mal aliento del otro. Esta especie de complicidad sobreentendida le dió al muchacho la confianza suficiente como para pedir una quesadilla con carne y atiborrarla del finísimo sabor que sólo la cebolla asada puede otorgar.
A la hora de pagar la cuenta, el ademán es predecible. Príncipe Azul se levanta de su silla, desenvaina su billetera y hace entrega de un billete de 100 pesos al mesero. La chica luce impresionada, si bien un tanto aliviada de saberse excenta de colaborar monetariamente. El joven caballero deja su propina en la mesa, que quedó con trozos de cebolla y cilantro esparcidos por toda su superficie, y con montones de servilletas que se quedaron impregnadas no sólo de la salsa roja que aderezó los tacos, sino también del sabor de los labios que pronto habrían de cruzarse.
Salieron del local, y otra vez se adentraron en esa negrura atenuada cobardemente por un poste solitario. A media acera, el príncipe azul toma a su chica de la cintura, interrumpe un dialogo intrascendente y le planta un beso de aquellos.
-Oye...- dice la princesa, entre risas- sabes a cebolla...
5 comentarios:
Jajaja, muy buena tu historia.
Me gusta mucho que saber crear cuentos e "historietas" de ese tipo. Tienes una imaginación extensa.
Je, la mía no da para mucho xD
Que estés bien Rocalfo.
ERes exitoso, y no me contradigas.
Odio que lo hagan...
Besos.. (:
Aaaahh... nada como ése juego romántico. Ése juego que da miedo y exitación a la vez.
En algún momento hemos vivido ése tipo de historias. Otras veces nos las pasamos imaginándolas y nos parecen tan reales que asumimos que algún dia pasarán.
A veces duele... a veces no... pero de cualquier forma siempre caemos de nuevo... sí, a pesar de los errores :P
Que decir de esta entrada, me recordó tantas cosas, jajajaja, solo que lo mio fue con cigarros...
Estaba un dia con mi chava, sali tempra del trabajo y me fui a la escuela por que tenia pensado salir a dar el tour por la ciudad, en eso llega y me dice con nervios que no vamos a poder salir por que tenia examen final de Matematicas, y ps yo sacado de onda, pues me encabrone por que ningun plan me estaba resultando..
En eso ps la deje que fuera a su examen, yo estaba dispuesto a esperarla asi fueran 3 horas que ella se llegara a tardar dentro del aula, y pues yo sali a comprarme unos cigarros y me los fume impunemente dentro de la prepa, en eso llega con cara de felicidad, y me abraza diciendo que su profe la exento con 6 y que no presentaria examen, en eso me roba mi cigarro mentolado, y pues me comenzo a besar, y todos nos quedamos asi con cara de "SABES A CIGARRO"... jajaja
No estaba mal, por que pues ambos estabamos comiendo chicle pero fue cagado por que ha sido la primera novia que se echa un cigarro conmigo... jajaja
Que decir de esta entrada, por el momento me dejare de poemas y regresare a la narrativa imaginativa, que tanto me caracterizo al abrir este blog y casi siempre... Asi que mi buen rocalfo, a chingarle y pues una vez mas, me resta decirte que esta entrada me agrado, puesto que me senti parte de esa historia de complicidad y cariño de la que en la realidad nunca he sido parte protagonica... No del modo en que tu lo expines aqui...
Saludones viejo...
Eso si te pasó! XD
No manches esta bien chido no mames neta que cuando leo tus relatos no puedo evitar sonreireme o hacer cualquier mueca como idiota frente al monitor(dependiendo del contenido de las lineas que leo) es que tú haces de lo cotidiano y dominguero todo un arte a la hora de escribir...todo un gerardo encizo o un armando palomas no tan vulgar jaja...exelente así de sencillo...
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