El dibujo es cortesía de Shue |
Un perro cruzó la calle. Su dueña preparaba limonada en una cocina donde las corrientes de aire son libres y juegan a erizar pieles sin miramientos.
Al llegar a la otra acera, el perro se lamió una de las patas. El cielo rosa en todo su esplendor no combinaba con el agua de limón.
Pero la mujer salió con la jarra llena de limonada. La puso en la mesa del comedor, donde otra mujer tejía y miraba de reojo el televisor.
Un actor celebraba su quinto divorcio y daba una conferencia de prensa al respecto. El perro miraba el final de la calle. Se veían luces que iban de un lado a otro.
"¿Está bien de azúcar?", preguntó la dueña del perro. La otra mujer dijo que sí y el perro regresó a la casa.
Al llegar a la otra acera, el perro se lamió una de las patas. El cielo rosa en todo su esplendor no combinaba con el agua de limón.
Pero la mujer salió con la jarra llena de limonada. La puso en la mesa del comedor, donde otra mujer tejía y miraba de reojo el televisor.
Un actor celebraba su quinto divorcio y daba una conferencia de prensa al respecto. El perro miraba el final de la calle. Se veían luces que iban de un lado a otro.
"¿Está bien de azúcar?", preguntó la dueña del perro. La otra mujer dijo que sí y el perro regresó a la casa.
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