A Alice Mono.
Anoche soñé a tu nuera, mamá.
Sus ojos iban de un lado a otro,
tratando de huír de mí
sin poder lograrlo, mamá,
porque la tomé de la cintura y la besé,
mamá, un par de dulces ocasiones.
Mamá, cuando te vayas y cierres la puerta,
y me dejes solito y apagues la luz,
acuérdate de tu nuera,
acuérdate que te conté de ella.
Piensa que ya no debe ser un secreto.
Que si no me como tu rica comida es
porque me quitan el hambre las ganas
de saber dónde vive.
Dirás: es un sueño como tantos otros que has tenido.
Como cuando quisiste ser avión y no piloto,
carnada y no presa viviente.
Pero es un sueño que palpita, mamá,
de alguna manera.
No es la primera vez que la sueño, mamá.
Ya antes la ví y pude tocarla,
me acerqué y pude besarla,
y anoche no fue distinto, mamá.
Hasta puedo decirte
que no he tenido otro sueño más bello,
porque su melena oscura,
y esa piel blanca y tersa,
y esos labios hablándome en otro idioma,
el idioma de un sueño que no se sale del sueño.
Desesperación, mamá,
eso es lo que siento.
Porque le ví su blusa negra, tan entallada, mamá,
mostrando los brazos, mamá, el pecho, el cuello,
tan difícil es poder contarte.
Tan difícil es poder sacarla de ahí
y llevártela.
Sería lindo,
de una vez por todas,
que jugaras un ratito con esa felina,
tan seria ella,
tan como la imaginé
toda la vida.
Tan como sólo tú y yo sabemos,
tan como te la he contado en febriles noches.
¿Por qué no estabas ahí en mi sueño, mamá?
Hasta pudiste estrechar su mano
y yo riéndome allí de verlas juntas.
Y la besé, ¿ya te dije?
Sí, la besé y hasta jugué con sus labios un ratito.
Sus labios tan delgados y adorables,
como de sirena pero no de mala sirena,
como de la sombra en sus ojos pero no perversos.
Esos labios, mamá, de un pálido rosa.
Y brillaban por húmedos, y sus dientes tan blancos.
Sus pechos,
tan pequeños.
No los toqué.
Lástima.
¿Hasta cuándo, mamá?
Dame un sueño que no trate de espera,
o de olvidarme en un estúpido trabajo,
o de vivir una vida a la deriva.
Dame un sueño que no trate de búsqueda,
de prueba y error.
Estoy cansado
y me falta toda la vida.
Sus ojos iban de un lado a otro,
tratando de huír de mí
sin poder lograrlo, mamá,
porque la tomé de la cintura y la besé,
mamá, un par de dulces ocasiones.
Mamá, cuando te vayas y cierres la puerta,
y me dejes solito y apagues la luz,
acuérdate de tu nuera,
acuérdate que te conté de ella.
Piensa que ya no debe ser un secreto.
Que si no me como tu rica comida es
porque me quitan el hambre las ganas
de saber dónde vive.
Dirás: es un sueño como tantos otros que has tenido.
Como cuando quisiste ser avión y no piloto,
carnada y no presa viviente.
Pero es un sueño que palpita, mamá,
de alguna manera.
No es la primera vez que la sueño, mamá.
Ya antes la ví y pude tocarla,
me acerqué y pude besarla,
y anoche no fue distinto, mamá.
Hasta puedo decirte
que no he tenido otro sueño más bello,
porque su melena oscura,
y esa piel blanca y tersa,
y esos labios hablándome en otro idioma,
el idioma de un sueño que no se sale del sueño.
Desesperación, mamá,
eso es lo que siento.
Porque le ví su blusa negra, tan entallada, mamá,
mostrando los brazos, mamá, el pecho, el cuello,
tan difícil es poder contarte.
Tan difícil es poder sacarla de ahí
y llevártela.
Sería lindo,
de una vez por todas,
que jugaras un ratito con esa felina,
tan seria ella,
tan como la imaginé
toda la vida.
Tan como sólo tú y yo sabemos,
tan como te la he contado en febriles noches.
¿Por qué no estabas ahí en mi sueño, mamá?
Hasta pudiste estrechar su mano
y yo riéndome allí de verlas juntas.
Y la besé, ¿ya te dije?
Sí, la besé y hasta jugué con sus labios un ratito.
Sus labios tan delgados y adorables,
como de sirena pero no de mala sirena,
como de la sombra en sus ojos pero no perversos.
Esos labios, mamá, de un pálido rosa.
Y brillaban por húmedos, y sus dientes tan blancos.
Sus pechos,
tan pequeños.
No los toqué.
Lástima.
¿Hasta cuándo, mamá?
Dame un sueño que no trate de espera,
o de olvidarme en un estúpido trabajo,
o de vivir una vida a la deriva.
Dame un sueño que no trate de búsqueda,
de prueba y error.
Estoy cansado
y me falta toda la vida.