jueves, 30 de abril de 2009

Influenza


Ay pinche Influenza, no sabes cuanto te desprecio.

Yo no sé si eres un acto terrorista deliberado del gobierno, francamente ni me importa tu origen o tu proceder. No me importa un carajo si te desarrollaron en un laboratorio horrendo en medio del desierto de Sonora, ni me pongo neurótico al imaginar que probablemente tu invasión a nuestro (ya de por sí) jodido país no fue un accidente en lo absoluto.

A mi me vale madre si alguien rompió a propósito el frasco donde descansabas tranquilamente. Me importa un pito si el gobierno me quiere ver la cara. El gobierno, con o sin influenza, ya nos ve la cara a todos y cada uno de los que nos hacemos llamar "Mexicanos". No me encabrono al pensar que esto puede ser un acuerdo entre dos países para distraer al mundo de la jodidísima situación económica internacional. Yo no sé (y ultimadamente ni me importa) si los medios manipulan la información y nos están dando, como siempre, atole con el dedo. Mucho, mucho atole.

A mi lo único que me molesta de esta situación, mi estimada Influenza, es que le estás dando en la madre a mi calendario.

Todos los demás, el gobierno, los medios, Estados Unidos, los neuróticos de izquierda, los que se lo toman a la ligera y los que se lo toman muy a pecho, los que hacen ridículas cadenitas por e-mail, los que todavía dicen que no existe ningún virus, y sobre todo, los que venden los malditos cubrebocas a precios increiblemente altos, por mí, pueden irse muchísimo y cuantas veces quieran a dar un paseo por los maravillosos y ostentosos jardínes de La Chingada.

Gracias.


miércoles, 22 de abril de 2009

El Baile del Escorpión (parte 2)


El Beso me hizo pensar, por momentos, que estaba perdido. Que la sustancia tóxica activa que llevabas en tu cuerpo arácnido estaba adentrándose lentamente en mis entrañas. Y ni eso me hizo apartarme de tí, porque nadie me dijo nunca que el veneno que una Escorpiona transmite cuando te besa es increíblemente adictivo, para aquellos que de cualquier manera ya estan condenados.

Entre el polvo y las hojas que volaban a nuestro alrededor, noté dos cosas en el ambiente, la noche que estaba cayendo lentamente sobre nosotros y sobre el barrio de mal aspecto en el que nos encontrabamos, y tus ojos que me pedían que por favor saliéramos de allí corriendo. Eso fue precisamente lo que hicimos.

Llegamos a otro sitio diferente, una de las principales calles de la ciudad, pero en un sector más tranquilo. Allí había un portón abandonado, y allí fue donde nos metimos. El poste del alumbrado público que estaba sobre nosotros no sirvió de mucho, y sus intentos por iluminarnos fueron infructuosos. Era muy poca la gente que pasaba por ahí, y la mayoría de ellos no posaba sus ojos sobre nosotros. A lo mejor te veían a tí, Escorpiona.

Frente a nosotros, un terreno baldío. Desde sus entrañas, la música de fondo. Entre mis manos, tú. Entre las tuyas, lo que pienso.

Llevaba ya por dentro el veneno, una cantidad suficiente como para cambiar mi forma de imaginarte.
En el portón, otro beso. Frenético como tus manos, sujetándome fuerte, como una Escorpiona sosteniendo a su presa, sólo que tú no ibas a comerme, sólo querías asegurarte de que estuviese en tu guarida para siempre.

Aquella noche regresamos a tu casa y bailamos de nuevo. Yo sólo obedecía y te seguía. De tu rostro a tus pies, pasando por tus manos y tus piernas, el baile del escorpión se tatuó en tu cuerpo. Luego, con la paciencia que tienes por naturaleza, te encargaste de tatuarlo en el mío también.

Otra vez estabamos ahí juntos bailando, yo, la presa sin otro futuro más que tus besos, y tú, mi Escorpiona.

martes, 21 de abril de 2009

El Baile del Escorpión (parte 1)


Yo tenía miedo de que en cualquier momento me tomaras por sorpresa y me llenaras el flujo sanguíneo con veneno. En el fondo de mi alma, aún contra mi voluntad, sabía que era eso lo que yo buscaba. Estabamos bailando juntos, tú, la Escorpiona amenazante, y yo, tu cena indefensa.

En realidad no bailabamos, simplemente movíamos los pies en un compás tranquilo y aterrador. La música, que por cierto no reconocí nunca, se tornaba más y más extraña. Sentía tus manos como pinzas, y tus ojos como un aguijón punzante, listo para matarme cruelmente. También, entre los ritmos de la canción de fondo, distinguí mis ganas de escapar, y te lo dije. Sonreíste. A pesar de todo el pánico fingido que me provoca tu presencia física, todavía estaba emocionado y expectante.

Salimos a caminar juntos. Ahí en plena calle, no te veías tan amenazadora y peligrosa. Te veías más bien un tanto indefensa y frágil. Yo, en cambio, estaba en el sitio ideal para mostrarte lo escurridizo que puedo llegar a ser. Caminando entre las calles que recorres siempre, te sorprendías de los atajos que te iba mostrando. En uno de ellos hice una maniobra que nos puso peligrosamente cerca, otra vez. Tan cerca estuve que casi podía concentrarme en tu respiración y contar las veces que inhalabas y exhalabas junto a mi cuello. Mi paranoia me hizo creer que tu dióxido de carbono, ese que salía despedido por tu nariz, era venenoso.

Te tomé de los hombros y te quedaste mirándome fijamente. Sin parpadear. Me dí cuenta de que la mirada del Escorpión es más aguda que el veneno que recorre sus entrañas. Pero luego cambiaste el tema, sonreíste, parpadeaste y se perdió la adrenalina del momento. Te llevé a un parque olvidado y polvoriento que nos quedaba cerca, y ahí nos sentamos en una banca. Entre el momento en que nos sentamos y el momento que nos besamos pasaron unos 10 minutos, durante los cuales hablamos de cosas que no sirven para nada.

Luego llegó, elegante e inevitable, el beso.

domingo, 12 de abril de 2009

Verdad universal No. 1'936'001: Aquí Nomas...

Puedes enamorarte cuantas veces quieras, puedas, debas. Aunque al final, cuando conozcas el amor verdadero, siempre negarás los anteriores.

Así eres.

martes, 7 de abril de 2009

Encuentro tan atractiva tu indiferencia, que estoy pensando seriamente en considerarla "placentera"


Llegando a casa me acordé de tí y marqué una y otra vez a tu celular, obteniendo como respuesta constante una invitación a dejar un mensaje en el buzón, que por cierto nunca revisas. Escuché 6 canciones antes de intentar otra vez. Me contestó la voz de un tipo que, creyéndose importante (sin ser nada más que un hijo de vecino), me mandó sistemáticamente a freír un huevo de gallina. Me enojé tanto que tuve que obedecerlo.

Te volví a llamar, esta vez, obteniendo la respuesta adecuada. Me explicaste que tu primo contestó el teléfono por tí, puesto que tú estabas bien ocupada haciendo algo que ya no recuerdas que era. Luego, haciendo uso de mi memoria (la cual usualmente me hace recordar cosas que no quiero o no necesito) recordé que tu primo vive lejos.

Así que, ante la obviedad de que los cuernos me pesaban en el cráneo, te colgué y blasfemé 300 veces al techo, hasta que mi propia saliva cayó sobre mi nariz. Prendí el estéreo tan fuerte que me dolió la cabeza, y luego te olvidé.

lunes, 6 de abril de 2009

La Vida Amarrada


Y que pasa con el tiempo que te vió venir?
Se ha quedado adormilado en un vaivén de soledad
Y que pasa con la vida que te vió pasar?
Se ha quedado arrinconada, asustada y sin hablar

Y que pasa con el sueño que me hiciste ver?
Se ha quedado inmaculado, hundido en tu interior
Y que pasa con la sangre que encendió tu amor?
Se ha quedado abandonada, sin motivo ni función

Y que me dices del cerebro que me vio cambiar?
Sigue siendo el mismo abismo que me gusta retratar?
Y que me dices del momento en que te ví mutar?
Sigue siendo el mismo sueño que me duele recordar?

Y que ha pasado con la gente que me habria de visitar?
Sigue estando allí sentada, esperando algún altar?
Y que ha pasado con mi vida que no deja de esperar?
Sigue estando allí amarrada, esperando a quien amar?