sábado, 23 de agosto de 2008

Cuarenta


San Miguel de Cuarenta es un poblado perteneciente a la municipalidad de Lagos de Moreno. La vida en Cuarenta gira en torno a unas cuantas cosas, entre ellas, la presa, las tunas y los expendios de cerveza. Tres factores que inevitablemente atraen al Laguense común, siempre y cuando sea tiempo de lluvias, ya que los 3 factores antes mencionados entran en un notable esplendor.

Hay un 98% de probabilidades de que una visita a Cuarenta termine (o comienze) con un vistazo a la presa del mismo nombre. Bueno, al menos yo siempre visito exclusivamente a la presa. Hoy fue la excepción puesto que me adentré, por asi decirlo, al poblado en sí.

Resulta que, como es época de lluvias (improvisada, por aquello del calentamiento global, supongo) el Río Lagos por fin luce como un río y no como el estacionamiento y cancha de futbol que normalmente suele ser. Toda vez que el Laguense común se percata de que el Río Lagos por fin le hace honor a su título de Río, se prepara para emprender una visita a la Presa de Cuarenta. Me imagino que todo Laguense ha visitado por lo menos una vez dicho lugar. Y es que una vez estando a las orillas de la presa, uno puede hacer infinidad de cosas.

Bueno, en realidad no estoy muy seguro de lo que acabo de mencionar, puesto que por el montón de basura que pude apreciar, dicha infinidad de cosas parece reducirse a una simple borrachera o comida familiar. Yo opino que, al final, la "infinidad de cosas" que antes mencioné, se reduce simplemente a una borrachera. Ya no sabía si lo que pateaba eran piedras o tapas de cerveza.

Fuera de este aspecto, la presa de Cuarenta tiene lo que toda buena presa debe tener. Un buen lugar por aquello de la contemplación, un estacionamiento (improvisado) y puestos de antojitos. Tambien hay muchos lugares estratégicamente colocados para que la gente ociosa como yo se dedique a arrojar piedras al bordo.


jueves, 7 de agosto de 2008

De verdad será así como la soñé?


En una sala muy cómoda, tres vasos con agua en la mesita del centro. Me pregunto donde estoy. Me pregunto porque si hay tres vasos con agua, medio vacíos, por aquello del pesimismo, no hay nadie en los otros sillones. Hay un atardecer que me hace sentir somnoliento. No hago más que observar el polvoriento reloj de manecillas que está colgado de la pared. Que mal que no soy muy bueno entendiendo los relojes de manecillas.

Sales tú de un lugar que creo que es la cocina y tienes en la mano un plato de uvas. Te sientas junto a mí. Hablas de cosas que no entiendo. Cosas de mujeres, creo yo. No te hago nada de caso, soy sincero. Dejas de hablar, tomas una uva y la pones en mi boca. No sé como reaccionar. Me empiezas a decir que me quieres mucho. No te hago caso, soy sincero. Solamente abro la boca. Que bueno que son uvas sin semillas. Eso me hace mas facil la tarea de contemplarte.

Tomas mi mano, yo no hago nada, porque no tengo ganas de hacer nada. Emprendes la ofensiva, te lanzas a besarme, lo haces con decisión. Me despierta el reloj despertador y le doy una patada.

En el camino al trabajo, me mentalizo. "Debo comprar un nuevo reloj despertador, que no me joda tanto como el anterior". Cuando llego al trabajo, te veo y me sonríes. De hecho, nunca me he atrevido a hablarte.

De verdad serás así como te soñé?